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Arquitectura Barroca frances


 



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El Gran Siglo:Enrigue IV emprendió la obra de reconsolidación y enaltecimiento de la realeza en Francia. La continuaron su hijo y su nieto, Luis XIII y Luis XIV. Richelieu y Mazarino, Colbert y Sully fueron atlantes capaces de sostener el peso enorme de la monarquía absoluta. A Colbert se le puede considerar como el promotor de lo que los franceses han llamado el Grand Siecle, el "gran siglo".

Luis XIV se identificó con el Estado reconociéndose a si mismo como el Estado. Todas las iniciativas parten de su persona. Siendo el arte una fuerza activa, sentía el deber de dirigirlo también desde el trono. Así, organizó las Academias para dirigir el desarrollo literario y artístico: la Academia Francesa fundada en 1635, las Academies de Sculpture et Peinture en 1648 y son reorganizadas en 1664, la Academie d'Architecture en 1665. Así se dio el arte oficial francés de aquella época el cual tenía una dirección enteramente clásica.

Por esto, en el arte francés del si­glo XVII es notoria una resistencia al barroco europeo, y a sus valores de fantasía, retórica y exaltación sentimen­tal. Contra el mundo de líneas curvas y superficies alabeadas típico de la arquitectura barroca, Francia levanta en esta época un estilo monumental en el que las líneas rectas, horizontales y verticales, dominan el conjunto y crean un esquema de una gran lucidez racional, paralelo al pensamiento cartesiano que se desarrolla en esta época.


Notre Dame des Invalides, en Paris (1676) por Jules Hardouin Mansart

Representa el triunfo del clasicismo francés frente al barroco romano y de Francia frente a Italia. Durante la segunda mitad del siglo XVII, bajo el reinado de Luis XIV, el Estado sustituye a la Iglesia y la figura del rey se con­vierte en origen de toda autoridad, el orden centraliza­do y unificador a la política se ve reflejado en las for­mas artísticas. Todas las obras de aquel período parecen inspiradas por la estabilidad y la inmutabilidad, virtudes cardinales del Estado francés gobernado desde Versalles.

De todas maneras no se puede decir que Francia quedó fuera del Barroco. Esto de demuestra en el rococó y las vacilaciones entre barroco y clasicismo que se aprecian en las construcciones de la primera mitad del siglo XVII. El jesuita E. Martel­lange, formado en Roma, constuyó en Paris, entre 1627 y 1641, la iglesia de Saint Paul-Saint Louis que se ins­pira en el "Gesu" romano por su planta de una sola nave con capillas laterales, cubierta por una cúpula. La facha­da de este templo, por su estructura general, recuerda ciertos modelos romanos. Las colum­nas tienen una sobriedad muy francesa.


Iglesia de Saint Paul-Saint Louis

El más grandioso ejemplo francés de la arquitectura religiosa barroca es la iglesia de Val-de-Grace, en Paris, iniciada en 1645 por Francois Mansart (1598-1666), uno de los mayores ar­quitectos de este periodo y cabeza de una familia de cons­tructores de los que se deriva el nombre de mansarda, sistema de cubierta consistente en un tejado de pizarra en el que se abren ventanas. En el Val-de-Grace, conti­nuado después por Lemercier y Le Muet, la planta cen­tralizada y rodeada por tres ábsides semicirculares que le dan su aspecto de hoja de trébol, esta cubierta por una grandiosa cúpula. Esta planta de tipo barroco italiano se abre al exterior mediante dos fa­chadas, una en la plaza y otra en el patio interior de la Sorbona.


Val-de-Grace

Mansart también hizo el chateaux de Maisons (o de Maisons-Lafitte), cerca de Paris. Fue construido entre 1642 y 1646 para Rene de Longueil, ministro de Hacienda de Richelieu. Es la única obra de él que ha lle­gado completa hasta nosotros y la única que conserva su decoración interior original en la que destaca la fantástica balaustrada de la escalera, formada por bloques de piedra entrelazados y cubiertos con hojas de acanto. Usa una combinación de líneas, típicamente barroca, aunque el conjunto del edificio se ca­racteriza por la serenidad clásica de sus dos monumen­tales pabellones cubiertos por mansardas y unidos por un breve y delicado cuerpo central.

La obra más importante de Jacques Lemercier (1585­1654), el arquitecto que intervino después de Mansart en el Val-de-Grace, es la iglesia de la Sorbona, inicia­da en 1635, por encargo del cardenal Richelieu, que fue sepultado en ella. Su planta de una sola nave tiene la cúpula en el centro y cuatro capillas en cada uno de sus ángulos, ocupando los espacios rectangulares que quedan entre la nave y los brazos. En ella, Lemercier dispuso sobre una escalinata un pórtico de seis columnas exentas y un frontón triangular con el escudo del cardenal. Por encima, se alza la cúpula con linterna a la italiana.


Iglesia de Sorbona

Para el mismo Richelieu, Lemercier construyó las iglesias y los respectivos cha­teaux de Rueil y de Richelieu, y su palacio de Paris, lla­mado Palais Cardinal, junto al Louvre. AI morir, el cardenal cedió al rey este palacio que más tarde se transformaría en el actual "Palacio Royal". Consistía en dos vastos patios, el primero con crujías a su alrededor, y el segundo abierto dando al jardín. De él queda todavía un muro de cerramiento adornado con proas y ancoras, que alude al título de Gran Almirante que aquel ministro ­cardenal ostentaba.

Louis le Vau (1612-1670) fue el último de los tres grandes arquitectos creadores del clasicismo francés que reaccionó contra el barroco de la Contrarreforma. Le Vau es el autor del Hotel Lambert, uno de los más hermosos palacios privados parisienses del siglo XVII, y del chateaux de Vaux-le-Vicomte, iniciado en 1657 para el superinten­dente de Hacienda Nicolas Fouquet, y cuya construcción y jardines con grandes estanques son uno de los conjun­tos más esplendidos de Francia. El centro del edificio esta ocupado por un gran salón ovalado que se encuentra al exterior con una cúpula majestuosa.

Una de las obras de Le Vau fue el College des Quatre Nations. Para la construcción, el cardenal Mazarino había dejado una importante manda testamen­taria. Este edificio que hoy alberga al "Institut de Fran­ce" y cuya noble fachada con cúpula embellece uno de los mas hermosos muelles del Sena, emplea recuer­dos barrocos romanos, como la cúpula y la fachada cóncava, que hacen pensar en la "Santa Agnese" del Borra­mini. Pero estos elementos están sometidos a un control racional que impide toda fantasía desbordada.


College des Quatre Nations

El clasicismo francés puede considerarse triunfante con las influencias barrocas en la segunda mitad del siglo XVII, sobre todo a partir de 1661, momento en que Colbert toma la dirección del gobierno bajo Luis XIV. Las dos construcciones típicas de este período, que se conservan en Paris, son el gran palacio de los Invadidos, construido para albergar a los soldados "vieux et estro­pies", y la Columnata del Louvre.

El Hotel des Invalides, en Paris, fue construido por Liberal Bruant (1635-1697). Este tenía la función de albergar a los soldados "vieux et estropies". Es un complejo de edificios cuya disposición en forma de parrilla permite observar el grabado adjunto, realizado a principios del siglo XVIII. Tiene dieciséis patios, los cuales recuerdan la disposición del Escorial. Fue construido en siete años. Ocupa un área grande. Recuerda también a los acueductos romanos.

En el centro avanza el eje con una iglesia a cuya parte poste­rior añadió una enorme cúpula Jules Hardouin Mansart, el sobrino de Francois Mansart. Esta cúpula proyectada en 1676, el año en que el edificio se inauguró, no fue rea­lizada hasta 1691. Exteriormente tiene un doble tambor superpuesto (para aumentar su altura).


Notre Dame de los Invalides

Se hicieron varios trabajos a través de varios años para terminar Louvre. Enrique IV había impulsado esta empresa; pero su hijo y sucesor, Luis XIII, no sintió por ella el mismo interés. A pesar de que a Luis XIII no le importaba mucho el palacio de Louvre, Richelieu dio nuevo impulso a sus obras, y lo mismo hizo Colbert bajo Luis XIV.

AI terminar la guerra de la Fronda, la reina Ana de Austria y su hijo Luis XIV, que entonces tenia catorce anos, se instalaron en el Louvre, donde se sentían más seguros tras sus fosos medievales. Ocho años más tarde, en 1660, Luis XIV dio orden de derribar lo que quedaba del viejo alcázar medieval y de terminar el gran Patio Cuadrado o Cour Carree, tomando por modelo el ala construida en el siglo XVI por Lescot. Este trabajo fue llevado a término en cinco años bajo la dirección de Le Vau, pero quedaba por completar la fachada Este del gran palacio, en la que debía abrirse la puerta de honor.

Los proyectos para esta fachada presentados por Le Vau, Le­mercier y Manssart fueron sucesivamente rechazados, y entonces, por su propia iniciativa, Colbert, a indicacio­nes del pintor Poussin que vivía en Roma, invitó al célebre Bernini a venir a dar su parecer. El gran arqui­tecto y escultor barroco fue recibido con todos los hono­res, durante el viaje y al llegar a Paris en junio de 1665, no solo emitió su dictamen, sino que presentó, a su vez, otro proyecto dentro de su característico estilo. Incluso Luis XIV se trasladó de Versalles a Paris para poner la primera piedra. Sin embargo, el proyecto no prosperó. AI cabo de un mes fue reclamada la presencia de Bernini a Roma, por razón de la columnata de la plaza de San Pe­dro, que se hallaba en construcción. Entonces Luis XIV nombró una comisión formada por Le Vau, el pintor del rey Le Brun y Claude Perrault. De los dos proyectos pre­sentados en 1667 por la comisión, Luis XIV eligió el que se atribuye generalmente a Perrault.

Claude Perrault era un arquitecto de poco renombre en comparación con los otros que habían pre­sentado proyectos para esta fachada, ya que, tras estu­diar Medicina, llegó a la arquitectura por pura afición. Su fachada, que fue la finalmente construida, consta de un piso bajo que forma basamento con ventanas y por encima de él corre una gigantesca columnata que sostie­ne el entablamento de la techumbre. Su composición am­plia es la preferida de los arquitectos franceses de la época: un cuerpo central con frontón, dos alas de unión y dos pabellones extremos. Es una fachada que ofrece quizá más vasta amplitud que majestad.


Fachada de Louvre

Bajo Enrique IV y Luis XIII empezó Paris a tomar su fisonomía actual gracias a grandes obras de reforma. Se construyeron entonces la Place Dauphine, en la punta de la isla de la Cite, y Palace Royale (hoy llamada Place des Vosges). Después, Luis XIV construyó, en 1673, la plaza circular de las Victorias, y, a finales de su reinado, la actual Plaza Vendome entonces llamada de Luis el Grande, que presidía en el centro una estatua ecuestre del rey, sustituida bajo Napoleón por la actual columna de bronce, fundida con el metal de cañones aus­triacos y rusos. También se reconstruyeron las puertas de la muralla que circundaba a Paris, y Blondel proyectó La Porte de Saint-Denis, en 1672, hoy aislada en el centro de los Grands boulevards, después del derribo de las murallas. Es una puerta en forma de gran arco; sobre sus muros verticales, a ambos lados, se encuentran ado­sadas dos largas pirámides abarrotadas de escultura ba­rroca, y el arco remata en un friso con la dedicatoria Ludovico Magno.


Porte de Saint- Denis

Bajo los primeros Borbones, ministros, altos funcio­narios y grandes señores edificaron varios importantes palacios de la capital: el Hotel de Lauzun; el de Tubeuf, enclavado en la actual Biblioteca Nacional; los ya men­cionados Palais Cardinal (de Richelieu), del que solamente quedan restos en el actual Palais Royal, y Hotel Lambert, construido hacia 1640 por Le Vau; el Hotel de Sully, el Hotel Carnavalet por Francois Mansart; el Hotel de Beauvais por Antoine le Paultre, en 1652-1655; y tantos otros que convierten el barrio parisiense del Marais en una zona de una increíble riqueza arquitectónica.

El hotel Sully levantado por Jean de Cerceau (1590-1650). Él fue nombrado como arquitecto del rey y fue famoso por haber realizado la monumental escalinata de Fontainbleau. En el Hotel Sully existe una perfección de proporciones, la claridad compositiva y su marcado gusto francés. Es una obra arquitectónica muy representativa del siglo XVII.


Patio del Palacio Sully


Castillo de Versalles

El chateaux por excelencia, que resume las carácterísticas del clasicismo francés del Grand Siecle, mezclado con el estilo barroco se encuentra en Versalles. Versalles era un lugar sin tradición de residencia real cuando Luis XIII compró aquellas tierras. Allí se hizo construir aquel palacio cam­pestre, de ladrillo, que esta englobado todavía hoy en el centro del gran edificio, formando el pequeño patio lla­mado la Cour de Marbre. Se Ie creía obra de Salomon de Brosse, el arquitecto del Luxemburgo, pero se ha probado que no tuvo nada que ver con este primer núcleo de Ver­salles, construido en 1624.


Planta del Palacio de Versalles

Este primer castillo de Luis XIII, al que el mordaz Saint-Simon llamó petit chateaux de Chartes, no era una gran residencia, pero el rey le tenía mucha estima. En su testamento declaró que si se salvaba de la enfermedad que le aquejaba, la cual le llevó a la tumba, con­fiaría al Delfin los negocios del Estado y se retirara a Versalles hasta su muerte. Bajo Luis XIV tuvo efecto su transformación en la fastuosa residencia real cuyo as­pecto conserva.


Vista aérea del Palacio de Versalles

Ya en su juventud, Luis XIV se aficionó también a Versalles. Este rey no cesaba de proyectar mejoras, discutía los planos, y estimulaba la diligencia de los cons­tructores con notas marginales puestas en las memorias que le daban cuenta del estado de las obras.

Colbert, al principio, opuso resistencia a ese capricho del monarca. Es muy significativa una carta que el mi­nistro escribió al rey sobre este asunto, porque refleja el carácter de ambos personajes. Dice así:

"Vuestra Majestad ha regresado ahora de Versalles. Yo le suplico que permita decidle, con este motivo, algo que me perdonara, en gracia a mi celo: esta casa sirve más para el placer y de porte de Su Majestad que para su gloria. Es muy justo que, con una tan grande atención como concede Vuestra Majestad a los asuntos de Estado, se permita también algo para su placer y diversión, pero procurando que no perjudique a su gloria, y si Vuestra Majestad tra­tara de encontrar en Versalles los quinientos mil escudos que se han empleado allí en dos años, tendría dificultad para encontrarlos. Vuestra Majestad debe reflexionar que, con el tiempo, a perpetuidad, se verá en las cuentas de los tesoreros reales que, mientras se gastaban estas sumas en Versalles, Vuestra Majestad tenía descuidadas las obras del Louvre, que es ciertamente el más soberbio palacio que existe en el mundo, y el más digno de Vues­tra Majestad. Vuestra Majestad debe considerar que, después de los actos de valor y de las victorias, nada señala mejor la grandeza de los príncipes que sus palacios y las construcciones que han impulsado durante su reina­do. Lástima, pues, que el mejor y más gran de rey, como lo es Vuestra Majestad, pueda, con el tiempo, ser medido con la medida de Versalles! Y, no obstante, todo, por ahora, hace temer esta desgracia."

El rey, sin embargo, no le hizo el menor caso, y Colbert no tuvo más remedio que seguir poniendo su atención, siempre honrada y me­ticulosa, en las inacabables reformas y en el engrandeci­miento de Versalles. Primero Le Vau añadió dos alas al palacio de Luis XIII, dejando en el centro el antiguo patio. Versa­lIes, pues, creció alrededor de ese patio central primitivo: la Cour de Marbre.


Le Cour de Marbre

Las alas de Le Vau fueron prolonga­das hacia el jardín, y estrellas quedaba una terraza allí construyó Jules Hardouin-Mansart una crujía, que es la que aloja el Salón de los Espejos. Ello ha destruido la fachada al jardín que había levantado Le Vau en 1660 y años siguientes. Por lo que puede verse en las fachadas laterales, Le Vau había realizado una obra muy "clásica", toda definida por formas cúbicas, con una gran sensibili­dad por lo grandioso. Jules Hardouin-Mansart, a partir de 1678, además del Salón de los Espejos, añadió las dos alas gigantescas del Norte y del Sur, y entre 1698 y 1710 la capilla en la que sorprende su gran elevación in­terior. ­


Salón de los Espejos

Posteriormente, nuevas dependencias fueron añadidas al palacio, a mediados del siglo XVIII, por Gabriel, hasta que en 1756 adquirió su aspecto definitivo.

Bajo Luis XIV Andre Le Notre trazó los jardines de Versalles. Se conservan sus dibujos, con la infinidad de croquis y proyectos que hubo de hacer hasta lograr la plena aprobación del rey. Aquel palacio, por el lado de poniente, que es donde se extiende la fachada que da a los jardines, resulta más elevado que el terreno que lo circunda, y esto obligó a disponer escalinatas que des­cienden al plano del Jardín. Una ancha avenida, bordeada de árboles, permite extender la vista hasta el horizonte, y por aquel lado, al caer la tarde, el crepúsculo, en los días serenos, deslumbra los ojos con un espectáculo natural de incomparable belleza. Ocupa el centro de aquella amplia avenida, en toda su extensión, un gran estanque, el Grand Bassin. Orientado exactamente hacia el Oeste, el Sol se pone cada tarde en su extremo, tiñéndolo de rojo y oro. El racionalismo y la dureza clásica que hay en la poesía de Boileau, en la teología de Bossuet y en el teatro de Racine, se encuentran también en la geometría fría y perfecta de estos jardines de Le Notre trazados a cordel.

Las fuentes que rodean el mismo palacio suelen te­ner formas arquitectónicas. Muchas de ellas están ador­nadas con estatuas. A ambos lados se extiende el gran parque, poblado también de esculturas, con bosquecillos mitológicos, laberintos, menageries y otros lugares de esparcimiento, como cascadas.

El elemento más extraordinario que se encuentra en estos jardines es el Grand Trianon. Aunque Luis XIV amaba el ceremonial complicadísimo de la corte y las grandes recepciones, deseaba un lugar retirado para des­cansar entre los más íntimos. Esta necesidad originó el palacete conocido como el Grand Trianon. El Trianon de Luis XIV, conservado intacto, es una flor, una joya de la arquitectura del Grand Siecle. Levantado según pla­nos de Jules Hardouin-Mansart y con extraordinaria ra­pidez (1687-1688).


Grand Trianon

El Grand Trianon carece de piso alto, es una construcción de una sola plan­ta dividida en dos pabellones a los que une una columnata abierta. Jules Hardouin-Mansart utilizó en las fachadas columnas de mármol aparejadas y ventanas de proporciones esbeltas con molduras tan finas que parecen talladas y cinceladas en marfil.

La corte se solazaba en estos vastos jardines con grandes fiestas, cuyo recuerdo palpita en las numerosas memorias escritas durante aquella prolongada época. Los artistas y literatos que gozaban del privilegio de la protección real participaban en estas festividades versalles­cas. Moliere, con su compañía teatral, allí estreno sus mejores comedias, y la Ifigenia de Racine se compuso para uno de estos festejos. En 1664 Luis XIV ofreció una fiesta en honor de Mademoiselle de La Valliere, a la que se llamo "Les Plaisirs de l'Ile Enchantee", que duro tres días seguidos. Todavía fue más espléndida la fiesta orga­nizada en 1674 para celebrar la conquista del Franco Condado a España. Estos jardines son todavía hoy lo que mas aprecian los visitantes que cada día acuden a Versa­lles. En comparación, las salas del palacio, parecen tristes y destartaladas pese al lujo de las paredes y techos pintados. Faltan allí los cortesanos y damas ata­viados con cintas, galones y blondas.

Numerosos escultores trabajaron en el adorno de aquellos jardines. Algunos son artistas más bien secun­darios, como los hermanos Marsy, Legros, Le Hongre, el italiano Tubi, aunque casi todos ellos muestran atenuado el barroquismo, procurando ajustarse al criterio del arte clásico, que fue el preconizado por la Academia, orga­nismo supeditado a la voluntad del rey. Pero también trabajaron para Versalles los más destacados esculto­res cortesanos. De Girardon son el bello relieve del "Baño de las Ninfas" y el importante grupo marmóreo del "Baño de Apolo asistido por las Musas", en la Gruta de Tetis.


 





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