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Panorama general de la Arquitectura


 






ANTECEDENTES EUROPEOS. .Antes de entrar de lleno al estudio de la Arquitectura del s. XVI al XVIII, es conveniente analizar el panorama general anterior y posterior, para poder entender como surge y los efectos de la Arquitectura que sobresale en estos siglos. Analizaremos los hechos más sobre salientes del continente Europeo.
Para esto daremos una división que nos ayude a dividir la historia para poder desarrollarla y entender de manera sencilla. Las divisiones son:

1. -PREHISTORIA.
2. -ANTIGÜEDAD.
3. -EDAD MEDIA.
4. -RENACIMIENTO.
5. -BARROCO.
6. -ARQUITECTURA MODERNA.

1. -PREHISTORIA.

La prehistoria puede dividirse en tres períodos que responden a tres tipos de la vida del hombre primitivo, y por lo tanto en tres direcciones muy distintas; donde surgirá el arte de construir: los tiempos que preceden a los grandes fenómenos glaciales, los que le acompañan y los que le suceden.
En el primer período el clima es templado y parejo, por lo que el hombre no tiene la necesidad de protegerse contra el frío por medio de la habitación o del vestido; la vida que tiene es sedentaria y no posee otros instrumentos más que el sílex trabajado a percusión o por medio del fuego.
El período glacial trae consigo la necesidad del vestido y el reguardo del mismo clima. El hombre aún ignora la domesticación de los animales y la vida de pastor; es cazador por excelencia se desplaza según las estaciones, en persecución de su presa, la cual es el reno que es su principal alimento. La habitación se vuelve necesaria que debe ser transportable, las herramientas que permiten construirla son utensilios de sílex montados sobre mangos que son por lo general de madera suave, con una notable especialización de funciones: hachas, sierras, taladros, raspadores. Se comienza a fabricar cuerdas y al mismo tiempo los tejidos.
Al final del período glacial hay una migración en masa de la población, a medida que los hielos tienden a confinarse en las regiones polares, el reno se retira hacia el Norte, por lo que el hombre cazador lo persigue y deja su antiguo hogar, esto dio paso a una invasión probablemente de los pueblos de la alta Asia. Los invasores conocen la domesticación de los animales y hasta la metalurgia. Comienza la vida de pastores y agrícola; las armas y las herramientas de metal hacen su aparición.
El sílex sé continuo usando y no solamente tallado sino que también pulido. Emplean el fuego para endurecer la arcilla y para fabricar alfarería. Los metales que traen son el cobre y el bronce en espera del hierro. Sus artes son en las que interviene el fuego. Esos mismo hombres se presentan como los creadores de una mecánica lo bastante poderosa como para permitir el desplazamiento de los bloques monstruosos que serán los primeros monumentos de la Arquitectura.
El empleo de la madera es muy restringido, los instrumentos de bronce son muy importantes para la talla de las ensambladuras y para que los constructores ahuequen sus piraguas en troncos de árboles. Al construir chozas las ensambladuras son más o menos parecidas a las que fijan los instrumentos de sílex a sus mangos. La cestería debe haber dado paso al maderaje y al armazón por ligadura, clavar postes en el suelo y unirlos por medio de dogales a los travesaños del piso o del techo.

Choza

La piedra era de más difícil empleo aún: el filo del sílex se rompe con los golpes. El bronce penetra mal en la roca y no permite tallarla con la delicadeza que se debe. La Arquitectura de piedra no fue practicable sino hasta la era de los metales. El megalitismo: emplea bloques enormes, por doquier las moles removidas preceden a las construidas.
En las edades prehistóricas era más fácil el empleo de grande moles o enteramente en bruto: se rompía el bloque en la cantera por medio de cuñas a fin de transportarlo con palancas. Para levantar el bloque, hay que adaptarle una serie de palancas yuxtapuestas que se cargan en los extremos de sus brazos. En el momento en que las palancas son abatidas se acuña la piedra, luego por medio del terraplenamiento indicado se elevan los puntos de apoyo de las palancas. Para desplazarla se le dará al macizo que la soporta una ligera inclinación, haciendo resbaladiza la superficie de apoyo al revestirla con arcilla humedecida, con esto bastará para que la misma piedra por inercia se desplace. Cabe observar que el procedimiento permite el desplazamiento aún en sentido contrario al de la inclinación natural del terreno.
Si se trata de levantar la piedra a manera de obelisco, la solución es un poco simple: se instala bajo la piedra un pivote fabricado con un tronco de árbol y una corredera de arcilla jabonosa; luego desgasta progresivamente el terraplén sobre el que reposa la piedra y por efecto del peso de la piedra se balancea y toma la posición vertical.
La existencia de estos monumentos sin mayor utilidad más que la de un simbolismo, nos da a entender una formidable organización autoritaria; el megalitismo necesita un desgaste enorme de trabajo a falta de herramientas adecuadas, es una Arquitectura de pueblos, por así decirlo, aún semisalvajes al servicio de una voluntad todopoderosa.
Existió otra manera de utilizar las piedras, está consiste en excavarlas; se ahuecan celdas en las rocas de los acantilados desde el momento en que se dispone de metales que permiten atacarlas; en el caso de rocas de poca resistencia y estratificadas, las capas que forman la techumbre corren el peligro de desmoronarse, el perfil más conveniente para prevenir ese peligro es una curva peraltada; de ahí aquella sección en ojiva o menos regular señalado en gran número de cavernas artificiales.
La arcilla no necesita más que una mano que la modele y permitir la construcción de paredes, sino que también abrigos abovedados fabricados en el mismo lugar. Este material parece ser uno de los primeros materiales de la construcción de viviendas humanas. El ladrillo es muy utilizado, pero sin cocimiento; el ladrillo endurecido con el fuego parece ser originario de las regiones asiáticas donde nacieron las artes ígneas. Las casas de Santorín estaban construidas con arcilla cruda, sus paredes de arcilla descansan sobre un basamento de morrillos más o menos irregulares cuyos intersticios están colmados con relleno de arcilla, este procedimiento constructivo dio lugar más tarde a la mampostería.
El hombre de la edad glacial, ocupaba sus ratos de ocio cazando, reproduciendo sobre sus armas las formas animales y traducía con una sorprendente fidelidad la vida y el movimiento, y nunca tomaba sus modelos de las formas vegetales. La invasión rompe con ese impulso artístico y con ello el arte imitativo desaparece bruscamente. A partir de la aparición de ese pueblo asiático, la idea de lo grande borra la idea de lo bello abstracto, el oficio suplanta el arte: la perfección del trabajo remplazó la elegancia de las decoraciones.
A partir del día en que intervienen los metales, la ornamentación se reduce a formas puramente convencionales y de una extrema pobreza de concepción: un ejemplo las líneas onduladas que cubren las losas del dolmen de Gavrinis. Aquí la labor ornamental se aplicaba sobre las piedras de paramento mal trabajado, el instrumento de sílex o de bronce bastaba para grabar y no para aplanar las superficies de la piedra, y cuando el bloque de piedra era muy resistente el trabajo era suspendido y abandonado, por eso en este lugar podemos notar que la falta de los medios de herramienta afecto el avance de la Arquitectura ornamental.
En Europa existían las ruinas con escrituras figuradas con escenas navales grabadas con un trazo expresivo y firme sobre las rocas de Escandinavia, y en las antípodas los colosos de la isla de pascua. Estas oceánicas de tan poderoso relieve con esas cabezas de una factura franca y verdaderamente monumentales, podrían ser producciones de un arte originario de algún continente desaparecido.
La caverna artificial con los primeros utensilios de metal se presenta bajo el aspecto de una galería, más sólida que una ancha gruta y más fácil de defender. Al mismo tiempo con la caverna que supone acantilados blandos, existe en las regiones lacustres la habitación sobre pilotes, en las mesetas protegidas por declives naturales. La choza sobre pilotes, frecuente en la región de los Alpes, tenia la dificultad de la habitabilidad por las inclemencias del clima, las estacas son de punta muy aguda y tallada con la ayuda de un instrumento cortante. Aparentemente esa casa se parece mucho a la choza de paja construida sobre pilotes o también a las cabañas de techumbre de cúpula o de carena invertida.
Esas habitaciones defendidas por barrancas o por el agua, no eran las únicas debemos anexarles las colgantes, el aislamiento en el espacio reemplaza aquí el aislamiento acuático. En las aguas calmadas de los lagos se prestan a construcciones sobre pilotes, de ahí es el palafito; en los bosques la habitación suspendida, a lo largo de los acantilados de roca blanda vemos la caverna. El hombre acepta según las circunstancias la solución al problema de la habitación, hasta que por fin se llega a las habitaciones regulares como las de Santorín o de Troya.

El culto de los muertos comienza con las invasiones asiáticas, ese culto es al que se han consagrado los primeros esfuerzos de construir; para los vivos se edifican chozas de tierra o de paja en tanto que para los muertos se disponían cavernas, se elevaban túmulos y dólmenes. La forma más simple de monumento fúnebre es el túmulo: un conjunto cónico de terraplenes, o sea una colina artificial. Existen túmulos compuestos por un núcleo de casquijo envuelto por una capa de arcilla impermeable, con revestimientos de piedras. La base del túmulo así como sus flancos están ornamentados a veces por coronas de piedras (cromlechs).
El dolmen, que es síntesis una caverna construida, consiste en una doble fila de bloques con un techo de grandes losas: una piedra horizontal sobre dos piedras enhiestas, de ahí el primer tipo de construcción monumental que el hombre haya realizado. A la era de los dólmenes pertenecen los menhires, tipos de obeliscos en bruto. El obelisco de Locmariaker, tenía la aproximadamente la altura del de la plaza de Concordia. A veces las piedras están aisladas o se agrupan y se disponen, ya sea en largas avenidas, en coronas que se encuentran por donde quiera por ejemplo en Karnak, en Bretaña, en el país de Gales, Stennis y Stone Henge.
Sé a querido considerar a esas hileras de piedras como recintos sagrados o signos que servían para perpetuar la memoria de algún gran acontecimiento. En lo que concierne a los túmulos sé a observado muy a menudo que desde uno de ellos la vista se extiende a otros, lo que sugiere la hipótesis de su utilización como torres de vigilancia y señales. Los dólmenes al aire libre han sido considerados como mesas de sacrificio y como altares.
Los menhires y dólmenes, responden a épocas muy variables. Los monolitos de Bretaña, similares a los del país de Gales, pertenecen a una época en que la navegación estaba lo bastante desarrollada como para permitir relaciones continuas entre una y otra costa del Canal de la Mancha. Los dólmenes más antiguos, al juzgar por las armas y los utensilios de sílex que ellos encierran, pertenecen a los primeros tiempos de la piedra pulida; los más recientes son contemporáneos de las civilizaciones históricas. En plena Edad Media se alzaban dólmenes en las regiones escandinavas; los germanos en el momento de las invasiones que pusieron fin al imperio romano, utilizaban todavía armas de sílex y la tradición de los palafitos sé a continuado en las islas de Oceanía hasta la época actual.
Lo que parece estar fuera de duda, es que hubo una época en que de un extremo a otro del mundo se disponía de los mismos útiles de trabajo, lo que traduce en el modo de construir, similitudes inevitables. El aspecto de los sílex tallados es casi el mismo desde América hasta Japón; esto hace creer en la existencia de comunicaciones continuas a través de continentes tal vez desaparecidos, y en una transmisión de ideas que la vida errante de los cazadores establecía entre las regiones más remotas.
Se hace la incógnita de que si los megalitos son propios de una raza, de un pueblo determinado. Al marcarlos sobre un mapa los vemos formar una línea a veces interrumpida que va desde Japón hasta el país de Gales y desde éste a Marruecos, estos trazos parecen indicar una transmisión de influencias.

2. -ANTIGÜEDAD.

Dentro de la Antigüedad analizaremos cinco grandes ciudades que sobresalieron por sus aportes a la Arquitectura y a la sociedad misma. Enseguida mencionare estas mismas, aunque el orden no tiene nada que ver con la aparición en tiempo, espacio y jerarquía de cada una de estas: Egipto, Mesopotamia, Persia, Grecia, Roma.

La Arquitectura, cuanto más remota, adquiere mayores caracteres de intensa comunión, simple y directa con el hombre y la naturaleza. Si esos caracteres se coordinan en unidades constructivas que puedan seguirse sucesivamente en el tiempo y en determinados lugares, la Arquitectura se define y nos abre las puertas de la historia.

EGIPTO.

Lo profundo, original y grandioso de la Arquitectura Egipcia surge como un brote inmenso, natural y lento de su vasto y maravilloso suelo. Los dominios de esta Arquitectura se extienden a orillas del Nilo, desde el Mediterráneo hasta los montes de Nubia. El clima es benéfico, suave, seco, sin transiciones bruscas. Su ciclo es claro y el intensamente brillante. Las ciudades se agrupan al borde del río sagrado que las hace florecer. Esa naturaleza de paz, le imprime al hombre el sentido de la Divinidad, de lo infinito, de lo que no debe de acabar nunca.
Su sentimiento religioso es hondo e innato; piensa durar indefinidamente y crea formas simples, enormes y sólidas que puedan cobijar y proteger para siempre sus restos mortales. Éste es el secreto de toda la Arquitectura Egipcia. Arquitectura religiosa, esencialmente simbólica, que sintetiza las formas de la naturaleza como para detenerlas definitivamente. En Egipto se hallan sólo tumbas y templos, monumentos aislados o unidos en colosales conjuntos. La casa, el palacio, eran lo pasajero: no fueron hechos para durar y de ellos no quedan sino escasos vestigios.
Los materiales de construcción, la arcilla de su extenso suelo, fértil y ribereño, y la magnifica piedra de sus canteras, gredas, calizas, granitos y pórfidos, acentúan aún más estos caracteres de amplitud y solidez arquitectónica. La madera escasa e inadecuada para estructuras de importancia, pues sólo había delgados y flexibles sicomoros y bambúes, se empleaban sobre todo en la habitación, en obras ejecutadas en barro, adobe y ladrillo; no intervenían en edificaciones de importancia funeraria o sagrada.
El muro es un talud, perfil adecuado a la poca resistencia del terreno, generalmente de profundidad fangosa, y lo corona una cornisa, que es una característica muy importante en Egipto, formada por una elegante garganta que nace en una moldura circular, el rodón, y termina en un filete liso y fino. Los pórticos están constituídos por gruesas columnas o pilares prismáticos y muy próximos que sostienen vigas monolíticas. Los techos se construyen con losas de piedra colocadas directamente sobre los dinteles y cabezas de muro. A veces, aparece la bóveda, pero no radial ni con dovelas, sino hecha por simple superposición escalonada de bloques e imitando generalmente, en su acabado, a estructuras leñosas. Los vanos son igualmente adintelados y casi siempre tiene una grácil forma trapezoidal.

Pórtico egipcio

Se busca lo estable, lo estético, y los egipcios emplearon el triángulo, la única forma geométrica indeformable, no sólo como trazo regulador, sino como forma y contorno, llegando a materializarlo en lo piramidal de sus tumbas reales. La evolución de la Arquitectura en Egipto puede dividirse en cuatro grandes períodos; estos comprenden sus 31 dinastías históricas en el curso de cinco mil años.
Periodo del Antiguo Imperio, que comienza en el año 3180 a. C. y termina en el 2100 a. C. Es “el período menfítico”; Menfis fue entonces la capital del imperio. Sus centros principales eran Menfis, Gizeh, Sakkarah, Helípolis. Allí se encuentran los primeros monumentos de la Arquitectura egipcia: mastabas y pirámides reales.
Periodo del Imperio Medio, que comprende desde la XI hasta la XVII dinastía; del 2100 a. C. hasta 1580 a. C., con la invasión de los hiesos o reyes pastores; tribus orientales que dominaron el bajo Egipto. La capital se trasladó a Tebas; de ahí la frecuente denominación de “primer período tebano”. Durante este período se realizaron obras de gran importancia en Luxor, Abidós y Beni-Hassan, siendo de la mayor trascendencia la fundación del Gran Templo de Ammón en Luxor.
Período del Nuevo Imperio, que es el del apogeo del arte egipcio. Su duración, de 1580 a. C. a 1090 a. C., comprende desde la XVIII dinastía hasta la XX. Una vez liberado el país del invasor su resurgimiento es grande y llega al más alto grado de creación arquitectónica; se construyeron el gigantesco conjunto de templos de Karnak y los colosos de Isambul. Tebas fue la capital del Bajo y del Alto Egipto. Los centros de mayor interés son Karnak, Luxor, Abidós, Medimet-Abú, Dar-el-Baheri, Abu Simel, Elefantina. La dominación del pueblo persa comprende las últimas dinastías, de la XXVI a la XXXI. La capital es Sais. Fue la época del arte egipcio llamada “saítica” que tuvo un particular encanto de finura y elegancia, sobre todo en la pequeña estatuaria.
Período Ptolemaico, que principia en332 a. C. con Ptolomeo I, uno de los generales de Alejandro el Grande, y termina con la conquista de romana, en el año 30 a. C. Egipto se transformó en una floreciente colonia griega y su Arquitectura tiene un notable renacimiento. El arte griego llega a darle a sus monumentos un sello particular que, aunque tenue, es muy característico por su esbeltez, algunas nuevas disposiciones y creación de formas. En este período se levantan magníficos templos en Denderah, Edfú y Filae.
Los principales tipos característicos de esta Arquitectura que se conservo sin mayores variaciones de forma y estilo a través de cincuenta siglos, son los monumentos, que pueden dividirse en dos grandes grupos: tumbas y templos. Las tumbas se clasifican en: mastabas, pirámides reales e hipogeos. Las mastabas son posiblemente las tumbas más antiguas después de los túmulos con pozos funerarios de épocas prehistóricas. La necrópolis de Menfis en Gizeh y la de Sakkarah son las más importantes.

En la época del Imperio Medio aparecen templos cuya función es de un oratorio, el ejemplo que se considera más perfecto, por su eje longitudinal y por su unidad, es el pequeño templo de Kohns en Karnak. Presenta en forma muy clara las divisiones esenciales de estos monumentos: una entrada central flanqueada por dos grandes macizos o “pilonos” de forma trapezoidal, coronados por la característica cornisa de garganta, luego, un atrio o patio abierto con pórticos de columnas a los costados y al fondo, la parte más importante del templo, la sala hipóstila, compuesta por un corredor y por recintos laterales con gruesas columnas que sostienen la techumbre pétrea.

El elemento estructural y decorativo por excelencia fue la columna: estabilizaciones admirables de tallos y flores de loto y papiro. Unas veces son haces de cinco tallos con flores cerradas en botón, otras son troncos cilíndricos con la flor de loto abierta, campanular, como se observa frecuentemente en el Nuevo Imperio. Después vienen las columnas ptolomáicas, más espigadas, imitando palmeras, subdividiendo como un capitel corintio los pétalos de loto, o haciendo surgir de ellos la hermosa cara de la diosa Athor, la Venus egipcia. La columna en Egipto, más que ser un soporte, es como la flora del Nilo que se hubiese petrificado eternamente

MESOPOTAMIA

La Arquitectura mesopotámica se divide en caldea y asiria; dos regiones diferentes entre el Eufrates y el Tigris, pero una misma línea evolutiva arquitectónica. Luego, en la órbita de la Arquitectura asiria, puede considerarse a la Arquitectura persa como un último reflejo suyo, enriquecido y brillante.
Casi tan remotas como la egipcia, la Arquitectura caldea y luego la asiria presentan caracteres completamente diferentes y hasta opuestos; son evoluciones que pueden contemplarse como paralelas pero que se mantienen siempre distantes. La arcilla dio sus formas estructurales y directas levantándose en torres macizas y escalonadas que subían en busca de frescor o se cerraban en cúpulas protectoras del sol y de la lluvia. Una hábil distribución de agua convertía graderías y terrazas en jardines suspendidos. Son estos aspectos generales los que, posiblemente, aparecían en la Arquitectura de las ciudades caldeas.
El período caldeo o babilónico se considera que tuvo una duración de unos 3,000 años; de 4000 a. C., hasta la conquista de Babilonia por los asirios en 1257 a. C. La ciudad bíblica de Ur, las de Tello, Nipur y Babilonia fueron los centros principales de esta primera Arquitectura mesopotámica donde hoy sólo se hallan escasos restos y montículos de arcilla de los que fueron pueblos y palacios.
Las torres, o “zigurats”-montañas sagradas-, son tal vez lo más característico de esta Arquitectura; eran torres simbólicas desde las que se observaban los astros, compuestas por macizos superpuestos escalonadamente y cuya cima, donde se suponía existía un observatorio astronómico, se coronaba con una resplandeciente cúpula. Zigurats, como el de Borsippa, indican que tenían siete pisos representando cada uno de ellos un color del arco iris o una de las siete luces de la Tierra; el Sol la Luna y los planetas que se conocían en esa época. Rampas, a veces helicoidales, conducían a las altas terrazas y a la cúspide que alcanzaba una altura de más de 80 metros. La torre de Babel no fue, probablemente, sino un enorme zigurat.
Se trata de un pueblo práctico: su religión tuvo un sentido de utilidad, fue regla moral y medio de prever el futuro; estuvo más de acuerdo con la naturaleza que con la esperanza de un más allá. De ahí la falta de grandes templos y tumbas. Hemos hablado de ladrillos y, en efecto, fueron los caldeos, y luego los asirios, los grandes constructores de este material que, hasta hoy, se emplea como lo empleaban ellos: en arcos, bóvedas y revestimientos vidriados. La falta de madera les hizo inventar técnicas ingeniosas para voltear arquerías y cúpulas por simple adherencia del mortero de cal a los ladrillos que se iban superponiendo o sosteniéndose por gravedad hasta cerrarse la curva.
El arco nació como una solución natural y maravillosa para cubrir un espacio determinado no contando sino con la arcilla del suelo y el fuego que la transformaba en ladrillos. Los gruesos muros y las formas estrechas y alargadas de los ambientes cerrados demuestran que eran cubiertos con bóvedas de cañón desde épocas tan remotas como la del Palacio de Gudea en Tello. El espíritu de ruda autoridad y de ley con que eran gobernados los caldeos se refleja en la ordenada grandiosidad de Babilonia 2500 a. C.
Los relatos de Herodoto y las recientes excavaciones, la ciudad tenía un plano en tablero comparable al de una población moderna; avenidas paralelas al río y calles transversales perfectamente orientadas que abarcan la asombrosa área de 200 millas cuadradas. El urbanismo parece haber sido mucho más remoto de lo que se supone. La Vía Sagrada, a la que se ingresaba por la puerta de Ishtar, constituía la avenida principal de la ciudad. Un alto cinturón de murallas con cien puertas de bronce rodeaba y defendía a la población donde se erguían más de 200 zigurats. Una de estas torres, junto al templo de Marduk (Baal), dios tutelar de la ciudad, se supone fue la torre de Babel.
Los asirios que dominaron a Babilonia en 1275 a. C. no hicieron sino repetir fundamentalmente la Arquitectura caldea. Este pueblo guerrero de las regiones norteñas del Tigris, con mayores recursos naturales, vigorizó y enriqueció todo el arte mesopotámico; la construcción de ladrillo cocido se hizo general en el empleo de bóvedas y revestimiento de zócalos con superficies vidriadas, aparecieron grandes arcos de medio punto entre torres almenadas y coloridas con enchapes de esmalte, en las partes bajas de los muros se aplicaron gruesas láminas de piedra donde han quedado esculpidas escenas guerreras y de cacerías reales de un soberbio e inigualable realismo.
Si los egipcios se ingeniaron para evitar en sus tumbas robos y profanaciones, los asirios construyeron en sus palacios garitas secretas, compuertas y hasta dispositivos auditivos, para sorprender a sus enemigos y sofocar revueltas. Tal es el palacio del rey Sargón, en Korsabad 722 a. C. Se alzaba el edificio sobre una plataforma de adobes de 15 metros de altura, con una extensión de 10 hectáreas, tenía numerosos patios, cerca de 700 cámaras y se dividía en tras zonas: el “serrallo” o estancias del rey y su corte, el “harem” o habitaciones reservadas a la familia, y el “khan”, dependencias de guardias y servicios alrededor del patio principal.
Anchas rampas para carros de guerra daban acceso al enorme terraplén y a la entrada principal del palacio. El aspecto monumental de esta entrada es característico de la arquitectura asiria: un majestuoso arco apoyado sobre inmensos toros monolíticos, alados y con cabeza humana- los “kerups”- y dos torres esbeltas y almenadas a cada lado con sus altos zócalos de piedra labrada. A principios del año 600 a. C. los persas conquistaron Asiria. La Caldea fue el refugio de sus últimos reyes y Babilonia tuvo nuevamente años de gran esplendor y grandeza hasta que Ciro la conquistó y destruyó en 538 a. C.

PERSIA

En las altas mesetas de Persia, ricas en piedra, de clima saludable y cielo luminoso, se desarrolló una Arquitectura de tradición asiria, de influencia egipcia y de brillantez y poesía orientales; arquitectura abierta y lujosa. La proximidad de la India dio al arte persa un carácter de exotismo asiático, llevándolo a estilizaciones particulares de formas asirias y egipcias y a una fulgurante y refinada ornamentación.
Las primeras dinastías persas, las de los reyes aqueménides, son las que forman este primer período de la antigüedad. La hegemonía persa se establece en Asia Menor con la toma de Babilonia por Ciro, pasando luego por las conquistas de Cambises en Egipto y las de Darío en las colonias jónicas; su poderío decae y termina por las derrotas de Jerjes infligidas por los griegos en Salamina y Platea 480-479 a. C.
Los persas heredaron de los asirios sus principales formas arquitectónicas: torres, almenas, plataformas, ladrillos vidriados y relieves esculpidos; de los egipcios tomaron su sistema de columnas adinteladas, sus salas hipóstilas, hipogeos y cornisas; de los griegos aprendieron cierto sentido de la proporción humana y de la escala; y de Oriente recibieron el poder de fundirlo todo como en un crisol de luces. Estos son los factores básicos de la brillante Arquitectura que encontramos en los palacios de Susa y Persépolis.
El principal conjunto arquitectónico se construyó en la explanada de Persépolis, terraplén de 12 metros de altura, excavado en parte en la roca y en parte construido con bloques de piedra colocados en seco y unidos con grapas de hierro. Fue una baja y extendida acrópolis donde se erguían, rodeados de jardines, el palacio de Darío, la Sala del Trono o de las Cien Columnas, la sala hipóstila y los Propileos de Jerjes. Los rasgos esenciales de estos palacios aqueménides consisten en un pórtico abierto de esbeltas y originales columnas, flanqueado por dos angostas torres almenadas; sigue luego una gran sala cuadrada- la “apadana”- con numerosas columnas que sostienen un techo plano de madera, y a ambos lados de esta sala aparecen estrechas salas de cámara y recintos cubiertos, posiblemente con bóvedas. Lo más notable son las columnas y la estructura del techo.

Los reyes persas desearon repetir en sus palacios la magnificencia de las salas hipóstilas egipcias, pero con una construcción más leve, más rápida, más luminosa, más de acuerdo con el paisaje y con el clima. Las columnas de los Propileos de Jerjes tenían cerca de 20 metros de altura y el ancho de sus capiteles llegaba a más de 5 metros. A primera vista, parece que la fantasía de ciertos motivos orientales hubiese guiado, únicamente, a los constructores persas, pero observando la viguería de cedro de la cubierta nos impresiona el admirable racionalismo de los capiteles.
Los persas tuvieron monumentos funerarios; pequeños templos votivos y de exposición como el de Ciro en Pasagarda, antigua capital del Imperio, y sepulturas reales labradas en la roca. El templete de Ciro consiste en una cámara rectangular elevada sobre una empinada gradería y cubierta a dos aguas, con frontones a la manera griega. Los hipogeos reales están inspirados en las sepulturas rupestres de Egipto; labrados en las laderas de Nak-i-Rustan, cerca de Persépolis, reproducen con exactitud, como en la tumba de Darío, la fachada del palacio real del monarca. Los imponentes bajorrelieves en que figuran, con todo detalle y tamaño natural, los pórticos de estos palacios, coronados con escenas de glorificación, parecen inmensas láminas de metal finamente repujadas y hundidas en el muro de roca.
Sabemos que los persas adoraban el fuego y que sus ceremonias litúrgicas las hacían al aire libre, de ahí la ausencia de templos. Tributarias de la Arquitectura persa y egipcia, con tardíos aportes griegos, fueron la fenicia y la hebrea. La primera, más fecunda por su sentido utilitario, creó tumbas originales como las de Amerith, subterráneas y bajo torres cilíndricas adornadas con gradas y adornadas con pequeñas cúpulas esféricas.
Luego en Siria, en Baalbeck, quedan bloques de piedra gigantescos de murallas de cerco para sus templos de pórticos abiertos. En cuento a la Arquitectura hebrea, puede decirse que careció de originalidad, repitiendo en sus palacios las disposiciones persas y en sus templos las formas egipcias y fenicias. El templo de Salomón en Jerusalén parece haber tenido una sola gran sala iluminada como las hipóstilas de Egipto, un santuario en forma de ábside y una curiosa y estrecha galería de tres pisos que rodeaba los muros del recinto central.

GRECIA

La civilización griega nació y se desarrolló a orillas del mar. Solo un sentido y un limite llevó a los egipcios a un simbolismo fijo de lo eterno. Sus primeras expresiones de arte tuvieron el frescor y la naturalidad de la vida suelta y libre. Apareció el amor por la belleza en sí y una oculta inteligencia entre el hombre y la naturaleza se reveló para definirse después en proporción y armonía. El proceso se dividió en dos grandes períodos: el período primitivo o pre-helénico, de 3000 a 700 a. C., y el período helénico o clásico, de 700 146 a. C., año en que Grecia se convirtió en colonia romana. Los centros de los primeros pobladores griegos o pelasgos fueron Micenas y Tirinto en el continente, las islas Egeas, luego Cnosos y Festos en Creta e Hissarlik o la antigua Troya en Asia Menor.
Uno de los monumentos más remotos de estas civilizaciones y de mayor interés por sus aspectos arquitectónicos fue el palacio del rey Minos en Cnosos, anterior al año 3000 a. C. La construcción en piedra se hacía con una flexibilidad y sentido de lo práctico hasta entonces desconocidos; se aplicaba, según las posibilidades, el característico aparejo ciclópeo, de enormes bloques con mortero de barro, el poligonal y el regular; luego, inclinando las piedras, se forman arcos triangulares. La columna ya no finge un tallo de loto o de papiro como en Egipto o un mástil de madera como en Persia, es el soporte vertical que sólo expresa su noble y básica función, es como un puntal, más angosto en su base y coronado por un sólido capitel que se abre para recibir el peso de la techumbre. El capitel se compone de dos partes: el ábaco o losa cuadrada que soporta directamente la carga, y el equino, de forma circula, que como grueso anillo transmite la carga a la columna misma.
Hacia los años 1000 y 900 a. C. una nueva invasión se produjo sobre las playas y los campos de pelasgos y aqueos: la de los dorios, rudos montañeses venidos desde lejanas regiones norteñas. La conquista dórica trajo la ruina y la desolación. Gran parte de las poblaciones micénicas inmigraron a Asia Menor. Los dorios se establecieron al sur de la península, en el Peloponeso, teniendo como centro a Esparta, y los griegos primitivos fundaron florecientes colonias en sus conocidas costas de Asia Menor. Los dorios trajeron un arte simple y austero de la vida y carecían del refinamiento y de la riqueza de tradiciones que encontraron en los pueblos subyugados.
Esparta fue dórica y Atenas jónica: dos aspectos fundamentales en el arte y, sobre todo, en la Arquitectura griega. Fueron los templos para aquellos dioses los que principiaron a levantarse con monumentalidad y perfección, estableciéndose los tipos definitivos del orden dórico y del orden jónico. Se construyeron los “tesoros” de las ciudades, se labraron los teatros y los estadios en las faldas de las colinas para endiosar a los héroes y para competir con los hombres y se enriquecieron antiguos santuarios como los de Delfos, de Olimpia y de Delos. El camino de la perfección de la Arquitectura griega, y del arte griego en general, se inició a fines del siglo VIII a. C., para llegar al clasicismo del siglo V a. C.; éste fue el período arcaico. Los siglos III y II a. C. corresponden al período helenístico, realista, en que el arte griego terminó convirtiéndose en base estética y fuente de cultura del mundo accidental.
Las características de la arquitectura dórica en le período arcaico: el más antiguo monumento que se conoce y que está ya definido por la pureza de su estilo, es el templo de Hera en Olimpia 700 a. C. Luego vienen el de Atenea en Corintio 650 a. C. y, en Italia, los de Selinonte, Paestum y Agrigento 550 a. C. La forma más simple del templo griego es, en lo esencial, la siguiente:
El recinto para la estatua del dios que consiste en un cámara rectangular, el “naos”, y un vestíbulo de entrada en forma de pórtico con columnas, el “pronaos”. Este conjunto se eleva sobre una plataforma con gradería, el “estilobato”, y se techa a dos aguas, lo cual determina frontones triangulares en sus extremos.
Sobre este núcleo, base invariable de los templos griegos, se cristaliza toda una armonía de formas particulares que se relacionan fundamentalmente con la columna y que lleva el nombre de orden: el orden dórico y el orden jónico. El orden dórico es sobrio, fuerte y racional. Es el orden masculino tal como lo entendian ya los propios griegos. El orden jónico es fino, delicado, decorativo; es la expresión femenina de la Arquitectura griega.
El pueblo no entraba al templo, adoraba a los dioses frente a sus puertas llevándoles ofrendas o pronunciándoles oraciones.
El orden dórico es de carácter monumental; sus templos tiene, por lo general, dimensiones relativamente grandes y presentan las siguientes partes características:
El estilobato, o plataforma, por lo común con tres altas gradas que rodean el templo. El naos, o nave, que se divide en una galería central y dos corredores laterales formados por dos pisos de columnas que se elevan para sostener la viguería del techo. El pro-naos, que está formado por la prolongación de los muros laterales del naos, las “antas”, y por dos o más columnas frontales que lo cierran. En la parte posterior del templo se encuentra otro vestíbulo similar al pro-naos, el “opistodomo”, lugar destinado a guardar los tesoros del templo.
Viene enseguida la parte superior, el “entablamento” que es un organismo compuesto por tres fajas superpuestas; a) el “arquitrabe”, viga que une a las columnas; b) el “friso”, elemento original del orden, decorativo y de relleno, que comprende una serie de compartimentos rítmicos formados por espacios cuadrados, llamados “metopas”, y divididos por los “triglifos”, rectángulos verticales y estirados que corresponden alternativamente con las columnas; c) la “cornisa, que corona y protege el pórtico.

Orden dórico

En cuanto al orden jónico, la expresión es muy diferente; sus templos, en Grecia, son relativamente pequeños y los de Asia Menor son aún de mayor amplitud que los dóricos. El templo de Ilisos, en Atenas, tiene apenas 6 metros de frente; el templo arcaico de Artemisa en Efeso 55 a. C., tuvo cerca de 60 metros.
El estilobato subsiste, el naos puede ser tanto una simple cámara como puede estar dividido en largas naves de columnas, el pro-naos es profundo con antas muy salientes, el opistodomo no es frecuente; en los grandes templos la construcción central aparece completamente rodeada por dos hileras de columnas: estos son los templos “dipteros”.
Las columnas reposan sobre bases individuales formadas por una zapata y por molduras tóricas, el fuste de la columna es esbelto y dividido por menudas estrías, los capiteles se componen de un equino adornado con ovas y de un ábaco que se enrosca hacia abajo en dos volutas laterales.

Orden jónico

El arcaísmo, en orden jónico, consiste por lo general en que la base de la columna es alta y muy moldurada, las estrías muy menudas y finas, las volutas de los capiteles sumamente salientes y los dentículos de la cornisa muy voluminosos, a tal punto, que en el viejo templo de Efeso invadían todo el friso.
Esta época fue la del apogeo; el período clásico, que comprende todo el siglo V y gran parte del siglo IV a. C. La Arquitectura, como todo el arte en general, alcanzó un gran progreso culminado con los ejemplos máximos de belleza y de técnica del Ciclo de Pericles 444-424 a. C. Fue la época en que la acrópolis de Atenas se engalanó con los más famosos templos del arte clásico. Se puede que toda la Arquitectura de toda la segunda mitad del siglo V y parte de la del siglo IV a. C., hasta Alejandro Magno, fue creada bajo el espíritu de idealización y naturalismo que predominó en el arte jónico.
Las obras arquitectónicas estuvieron inspiradas en los más altos conceptos estéticos y patrióticos infundidos por Platón, Sócrates y Aristóteles y realizados por los más extraordinarios genios de la antigüedad: arquitectos como Calícrates, Ictinos Mnesicles y escultores como Fidias, Praxiteles y Escopas. En la vieja acrópolis semiderruida por los persas, Pericles levantó, al sur del tradicional emplazamiento del templo de Palas Atenea, el nuevo templo a la virgen titular de Atenas, el Partenón; construyo los Propileos en la gloriosa colina, el templo de “Niké Aptera”; y el Erecteo, santuario de Poseidón. En el orden dórico significa: fuerza y el jónico: gracia.

Plano del Partenón

El Partenón tuvo como maestro director al más grande escultor de todos los tiempos, a Fidias, y como arquitectos a Ictinos y Calícrates. Era íntegramente de mármol pentélico. Además de los elementos definidos del orden dórico que allí aparecen con una acabada justeza, debemos considerar su plano. Se necesitaba un amplio naos, lugar de los dioses, y un recinto para los tesoros ubicado en la parte posterior del templo, el opistodomo. Se requerí grandeza y nobleza y se combinó la tradición de los templos anteriores, con el anhelo imperante de perfección estética y constructiva. Se dotó al templo de ocho columnas frontales, lo que se realizó por primera vez en los templos dóricos. Se eligieron los bloques de mármol más homogéneos y de mayor luz prudencial posible; de 3 metros y medio aproximadamente. Se suprimió la madera de los tejados y se colocaron vigas pétreas y tejas traslúcidas de alabastro. Una armonía absoluta entre sus dimensiones y las posibilidades del mármol. Los griegos empleaban la palabra sinfonía para la arquitectura y, en las tardes doradas de Atenas, al contemplar el Partenón, decían: “escucha, el Partenón está cantando”.
Un nuevo orden apareció en esta época fecunda: el orden corintio. Orden menor, de espíritu jónico, en que el capitel es como un cesto rodeado de hojas de canto que se curvan en volutas bajo el peso del ábaco. Posiblemente el origen de estos capiteles fue metálico. El orden corintio se empleaba de forma decorativa y en pequeños monumentos conmemorativos.
Tal vez el ejemplo más puro del orden corintio sea el monumento corágico de Lisícrates en Atenas 335 a. C. Es notable por su novedosa composición que consiste en un esbelto cuerpo circular rodeado por columnas corintias adosadas. Y cubierto por una pequeña cúpula monolítica esculpida con escamas y zarcillos de acanto.

Orden corintio

Después de las conquistas de Alejandro Magno, que se extendieron hasta la India, Grecia perdió la hegemonía de sus pequeños estados y se rompió la unidad de su arte. La ciudad de Alejandría, fundada por el conquistador y las de Pérgamo, Priene y Rodas, como centros de gran importancia, impusieron sus modalidades regionales y de raza a las genuinas formas griegas. Sin embargo el arte griego no se descompone ni termina, su espíritu permanece como la estructura misma de la arquitectura de todos los tiempos.
El período helenístico fue el de las grandes composiciones urbanas. Aparecieron planos proyectados para ciudades, como el de Priene, modelo de urbanismo, donde se trazaron avenidas y calles y se ubicaron servicios y edificios
públicos, ya no con el sentido naturalista de épocas pasadas sino con un objetivo real y preciso.
En Atenas quedan aun entre los pocos monumentos de esta época final las magnificas ruinas del templo de Zeus Olímpico 174 a. C. Aunque trazado por el arquitecto romano Cosutio su belleza es, sin embargo, griega y constituye el modelo máximo del orden corintio.


 





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