Lúcio Costa (1902-1998), Biografía y Obras del Arquitecto brasileño de origen francés, pionero del movimiento moderno en su país y una de las figuras cumbres de la arquitectura y el urbanismo mundial. Su obra capital fue el planeamiento de la ciudad de Brasilia, actual capital de Brasil y Patrimonio cultural de la Humanidad desde 1987.
LLEGADA A BRASIL. Nació en Tolón en 1902 y se formó como arquitecto en Francia. Este hecho fue fundamental para el posterior desarrollo de las ideas del movimiento moderno en Brasil, país al que se trasladó en la década de 1920. En 1934, poco después del ascenso al poder del gobierno revolucionario de Getúlio Vargas, fue nombrado director de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Río de Janeiro, cargo desde el que se propuso organizar una reforma total de la enseñanza. No obstante, la oposición era tan fuerte que se vio obligado a abandonar antes de un año.
En 1935 se hizo cargo junto con otros arquitectos, entre los que estaba Oscar Niemeyer, de la ejecución del Ministerio de Educación bajo la atenta supervisión de Le Corbusier, quien se desplazó en varias ocasiones a Brasil para trabajar en el proyecto. El edificio, concluido en 1946, constituye un compendio de los cinco postulados del maestro franco-suizo: bloques elevados sobre pilotis (pilares), planta libre, fachada libre independiente de la estructura, ventanales longitudinales (fenêtre en longueur) y cubiertas planas ajardinadas.
En muchas de sus obras, como el edificio residencial del parque Eduardo Guinle en Río de Janeiro (1954), Costa proyectó grandes fachadas sombreadas por brise-soleils, un invento corbusiano cuya finalidad era proteger los interiores del intenso sol tropical.
LA CIUDAD DEL FUTURO La obra fundamental de Lúcio Costa es el proyecto urbanístico de Brasilia. La idea de la creación de una nueva capital no era nueva. En Brasil, al contrario que en otros países latinoamericanos donde las capitales siguen siendo prácticamente las mismas desde la época colonial, la idea de construir una nueva ya había surgido en el siglo XVIII. Este proyecto se había mantenido vigente durante el siglo XIX pero no fue hecho realidad hasta el XX. Para ello, fue crucial la elección en 1956 de Juscelino Kubitschek, hasta entonces gobernador del Estado de Minas Gerais, como presidente de la República, quien se embarcó en un ambicioso programa de obras públicas que culminó con la construcción de la ciudad de Brasilia en una región semidesértica del interior del país.
Después de designar una comisión encargada de buscar el emplazamiento adecuado, Kubitschek nombró un departamento presidido por Oscar Niemeyer cuya misión era proyectar y construir la ciudad. Para la elaboración del plan urbanístico, Niemeyer sugirió convocar un concurso al que se presentó Lúcio Costa. El jurado, constituido por profesionales locales e internacionales, otorgó el premio al proyecto de Costa, quien proponía la organización de la ciudad en torno a dos ejes que se cortan en forma de cruz, de forma que los brazos del eje mayor se curvan acercándose al menor hasta delimitar un área urbanizada en forma de triángulo equilátero o arco tensado.
La idea central del proyecto es la creación de un complejo sistema vial cuya arteria principal recorre el eje norte-sur; a ambos lados de éste se disponen las zonas residenciales articuladas en ‘supermanzanas’. Perpendiculares a esta directriz se cruzan numerosas vías de penetración perfectamente diseñadas donde se sitúan los centros de recreo. El eje este-oeste, más corto que el anterior, es de marcado carácter representativo. En el vértice del triángulo está situada la plaza de los Tres Poderes, centro neurálgico de la vida política. Esta idea urbanística parte del concepto de ciudad ideal propuesta por Le Corbusier y desarrollada en la Carta de Atenas en 1933, que dividía la ciudad en cuatro zonas destinadas a las diferentes actividades sociales: vivienda, ocio, desplazamiento y trabajo.
UN PROYECTO POLÉMICO Evidentemente, una obra de tal magnitud era lógico que generara gran polémica, en especial cuando la idea central implicaba una ruptura total con la trama tradicional de la ciudad clásica. Las críticas comenzaron a raíz de los problemas constructivos generados por la naturaleza del terreno elegido y que elevaron el coste de las obras muy por encima de lo previsto. Por otra parte, la compleja red de autopistas y pasos a nivel han convertido a Brasilia en la ciudad del automóvil en detrimento del transporte colectivo y del peatón. Sin embargo, el principal error fue el planificar una ciudad ideal sin contar con la peculiar idiosincrasia del pueblo brasileño, de forma que lo que debía ser una ciudad igualitaria, donde no existiesen diferencias sociales, se ha transformado en una ciudad elitista rodeada por varias poblaciones satélites que han crecido ajenas a la rígida organización de la capital.
Brasilia es una ciudad que surgió de la utopía de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM) y que pudo llevarse a cabo gracias a la mentalidad progresista de unos gobernantes que apostaron por la modernidad. Al margen de los problemas antes descritos, su planificación es el fruto de un programa político que demandaba más una ciudad ‘capital’ que una ciudad ‘vital’, es decir, que requería un alto grado de monumentalidad. En este sentido, cumple perfectamente con el programa previsto, no sólo por su original planteamiento, sino también por la belleza plástica de sus edificios, obra de los más insignes arquitectos brasileños. Véase también Conjunto de edificios oficiales de Brasilia.