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El Park Güell


 






Esta es quizás la más singular de las muchas obras que Eusebi Güell encargó a Gaudí y fue declarada monumento de carácter universal por la UNESCO en 1984, junto a otras dos obras del genial arquitecto, con lo que nos podemos hacer una idea de la belleza de este trabajo.
En principio Güell quería que su finca fuese una “ciudad-jardín” como las que se hacían en Inglaterra para la burguesía rica de Barcelona. Dividió el terreno en 60 parcelas de entre 1000 y 2000 m2 y de forma triangular para adaptarse a la topografía del terreno. Cuando alguien compraba una parcela tenía que signar un contrato aceptando condiciones como la prohibición total de la tala de árboles, una limitación de la planta del chalet a 1/6 de la superficie total y una altura máxima de 80 centímetros para la cerca. Solo se vendieron tres: dos para la casa de la familia Trias, que aun mantienen, y otra para hacer el chalet-muestra, que acabó comprando Gaudí en 1906 y que actualmente es un Museo dedicado al arquitecto del parque.
El Park Güell, que se empezó en 1900, ocupa dos fincas, Can Muntaner de Dalt y Can Coll i Pujol, en la Muntanya Pelada, en el barrio de Gràcia. Realmente la montaña se merecía ese nombre pues en ella la vegetación era escasa, simples hierbas, arbustos y unos pocos algarrobos eran su única representación. Gaudí quiso colaborar con la naturaleza por lo que mandó crear un entorno natural autóctono basado en especies mediterráneas que requieren menos agua, menos mantenimiento y tienen mejor resistencia.
Pero no solo plantando árboles respetó el entorno; al hacerse el plano topográfico de las quince hectáreas que había comprado Güell, observó que, dadas las características del terreno, para hacer los caminos se necesitarían muchos desmontes y terraplenes que estropearían la belleza del paisaje, por lo que diseñó los famosos viaductos que permitían salvar las “mordeduras” que tenía la montaña. Estos viaductos se sostienen encima de columnas inclinadas con alma de fábrica de ladrillo recubiertas con piedra natural del lugar.
En total hay unos tres quilómetros de caminos con pendientes del 6% para caminos de carros y hasta del 12% para peatones. El parque está rodeado por un muro de mampostería que está coronado por unas ondulaciones de “trencadís” cerámico y tiene siete puertas. En la puerta principal, situada en la calle Olot, unos grandes medallones circulares con las palabras “Park” y “Güell” escritas con mosaico “trencadís” nos avisan que allí empieza el parque. La verja de esta puerta proviene de unas reformas que se hicieron en la casa Vicens en 1965 y se pusieron para sustituir la vieja puerta de madera.
A lado y lado de la entrada nos encontramos dos pabellones que nos hacen pensar en la casita de golosinas y chocolate de la bruja del famoso cuento Hansel y Gretel de los hermanos Grimm. Los pabellones, construidos entre 1901 y 1902, tienen planta ovalada con ausencia de ángulos rectos y su estructura se basa en forjados de viguetas de cerámica armada y bovedillas de ladrillo sustentados por muros de carga.
El pabellón de la izquierda tenía que ser el destinado a servicios, con teléfono y sala de recibimiento para las visitas que no eran de bastante confianza como para dejarles entrar en los chalets. En su cubierta encontramos una torre de casi 17 metros de altura que sigue el diseño de un hiperboloide reglado entrelazado con una doble hélice y recubierto de un mosaico arlequinado de colores azul y blanco. El pabellón de la derecha tenía que ser la vivienda del conserje y consta de dos pisos más buhardilla. Para realizar algunas partes de las cubiertas usó elementos prefabricados, que permitían mayor flexibilidad en las fases de diseño y construcción. Pasados los dos pabellones a la derecha podemos ver una especie de gruta que servía de refugio para los carruajes y los caballos en días lluviosos. Algunos autores dicen que Gaudí se inspiró en la cripta del Monasterio de Sant Pere de Rodes, en la provincia de Girona. La gruta se sostiene por una columna central que se ensancha a medida que va subiendo imitando la forma de una copa.
En frente de la entrada una gran escalinata doble de dos tramos simétricos interrumpidos por rellanos nos acerca a la Sala Hipóstila y al teatro griego. Los dos tramos están separados por tres isletas de formas orgánicas: la primera a modo de gruta, la segunda con una cabeza de reptil saliendo de un medallón con la bandera de Catalunya, y una tercera en forma de dragón multicolor. A los lados de la gran escalera podemos contemplar unos mosaicos cóncavos y convexos, recubiertos de cerámica de Manises los primeros y con nítida cerámica blanca los segundos, que se prefabricaban sobre moldes ondulados a base de diversas capas de ladrillo o de baldosa encima de mortero de cal. Estas piezas prefabricadas de “trencadís” eran realizadas directamente por los albañiles a su libre parecer; Gaudí solamente les guiaba y escogía los que le parecían más adecuados. Los que no, se guardaban para mejor ocasión.
La Sala Hipóstila, que tenía que haber sido el mercado de la urbanización, está formado por un conjunto de 86 columnas clásicas de 6 metros de altura y 1′30 de diámetro, con la parte inferior recubierta de cerámica blanca y el resto de piedra rústica grisácea. Las columnas exteriores están inclinadas para asegurar un mayor monolitismo de la estructura y en las interiores faltan cuatro en cuyo lugar hay los plafones que Jujol diseñó. Entre las columnas hay dinteles de hormigón armado que dividen el forjado en cuadrados en los que se inscriben unos casquetes esféricos que están recubiertos, también, de cerámica blanca. El teatro griego es una gran explanada que se apoya encima de la Sala Hipóstila y de la montaña, y está delimitada por el maravilloso banco curvilíneo, en el lado de mar, y por un paseo semicircular a distinto nivel, en el lado de montaña. Las curvas de este banco son debidas a la disposición de las columnas que lo sustentan así como también por las ideas orgánicas que tenía Gaudí; de esta manera daba vida a la obra. Además los pequeños hemiciclos que forma permiten la formación de tertulias a los concurrentes. Aquí se celebró un festival en beneficio del Amparo de Santa Lucía, una fiesta escolar con motivo del 50º aniversario de los Jocs Florals y otra fiesta para el I Congreso Internacional de la Lengua Catalana. El drenaje de esta explanada se conseguía sin desniveles; el agua pasaba a través del suelo y discurría hasta las enjutas de los casquetes esféricos anteriormente comentados, que desaguaban a través del alma hueca de las columnas de la Sala Hipóstila, hasta un depósito subterráneo de unos 1200 m3, debajo del porche dórico.
Durante las obras de explanación del parque se descubrió una fuente de agua mineral que don Eusebi quiso comercializar con el nombre de “Sarva”.
Estaba prevista la realización de una gran capilla para la ciudadjardín en la colina de las “menes”, pero el fracaso de las ventas hizo que se quedase sin construir. Lo que tenía que ser un oratorio acabó en calvario; se construyó un talayot de piedra en seco coronado por las tres Cruces del Calvario. Las que hay actualmente no están en la posición original, ya que fueron destruidas en 1936.
Güell se trasladó a vivir a la casa que daba nombre a la finca, Can Muntaner, que hoy en día es una escuela, y allí vivió hasta el día de su muerte. Desde que se paralizaron las obras el parque fue el jardín de su casa. Después de morir don Eusebi el Park Güell pasó a ser parque municipal y el 1922 se abrió al público. En 1969 fue declarado monumento por las autoridades locales para evitar posibles especulaciones ya que se había hablado de construir un gran hotel. En 1985 se empezó un estudio para determinar el estado del parque para planear su restauración y más tarde se iniciaron por la Sala Hipóstila, ya que el paso del agua por las columnas las había estropeado mucho. Estas obras de restauración son lentas y costosas pero de momento ya han reparado el templo dórico, la escalinata y el fabuloso banco ondulado. Actualmente se está trabajando en el pabellón de los conserjes.
El Park Güell podría ser utilizado actualmente como ejemplo ecológico de urbanización del terreno por su total respeto al entorno natural y por el reciclaje que se hizo en la construcción de la mayoría de mosaicos que podemos observar, ya que la cerámica provenía de desechos las fábricas.


 



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